domingo, 30 de noviembre de 2014

UTÓPICA

Cuando la realidad no se presta a darme énfasis ni avidez por aquello que, se supone, me hará sentir ufana. Cuando derrengan las mismas historias imperecederas que me dejan con esa sensación de oquedad. Justo en ese preciso momento, pasa. Y…
Pasó el tiempo rápido, fue como el vértigo que se siente en la bajada de una montaña rusa y lo que queda después son las ganas de volver a disfrutarla.

Desde el principio supe que, si fuera, sería efímero. No me dejó ninguna duda al respecto y a mí me pareció bien. Pero después me fijé en su culo y qué os voy a contar, algunos ya sabéis de mi fijación. Aunque no fue eso lo que me ha traído hasta aquí de nuevo.
Fue su llegada risueña por detrás, su educación al dejarme pasar siempre la primera, sus caderas, sus manos, su buen gusto por la música, su manta suave, su manía de coger el tenedor con la derecha y el cuchillo con la izquierda, sus ojos penetrantes, su facilidad de sueño, su forma de abrir una botella de vino…

Me costaba mirarla a los ojos más de tres segundos seguidos, al cuarto, quería besarla. El 20% de las veces lo hice.
Pero fue en un momento determinado cuando supe lo que me estaba pasando. Justo antes de llegar a la cima de mi éxtasis la miré, ella también me miraba y fue una mezcla entre el placer de sus dedos y de sus ojos lo que me hizo estallar por dentro (y por fuera). Tuve que cerrar los ojos antes de correr mayores riesgos.


“- No quiero que te enganches de mí.
- Vale.”


No podría haber elegido respuesta más estúpida. Pero eso fue lo que dije.

Vuelvo a esa realidad que no se presta a darme énfasis ni avidez por aquello que, se supone, me hará sentir ufana. Me siguen cansando las historias imperecederas. Pero, al menos hoy, me siento un poco menos vacía.


Aunque tu paso sea efímero y tu estancia utópica, tu esencia queda en mí.